En cuanto te conocí, empecé a temer (como acabé comprobando —que no rectificando— más tarde) que me hubiera equivocado al elegir ciencias como especialización. Por primera vez en mi vida, alguien era capaz de hacer interesantes la lengua y la literatura. Ya no se trataba únicamente de memorizar códigos y datos; de pronto uno encontraba el sentido a todo lo que conformaba el castellano, aprendía a valorar el código riquísimo que utilizamos y a ser conscientes del potencial que guardaba dentro. Por fin los libros obligatorios, muchos de ellos decididos sin pensar en los receptores y que a muchos les provocaba aversión a la lectura, se volvían interesantes cuando explicabas sus entresijos, sus simbolismos y su autor. Continuar leyendo «Los Caminos»
Las Casas
¡Buenas a todos! Hoy quiero compartir con vosotros un relato que escribí cierto tiempo. ¡Espero que os guste!
——————————————————————————————– Continuar leyendo «Las Casas»
Rebelión de Narciso
Pero el Señor le replicó: «¿Qué has hecho?
¡Escucha!
La sangre de tu hermano grita hacia mí desde el suelo.
Por eso maldito seas lejos del suelo que abrió sus fauces para recibir
la sangre de tu hermano derramada por ti.
Cuando lo cultives, no te dará más su fruto,
y andarás por la tierra errante y vagabundo».
Génesis 4, 10-12
Y ahora mírate, míranos, en la imagen, oh, que ante nosotros se nos presenta: reflejo de nuestra carcasa exterior, de nuestro cuerpo manchado, de nuestras manos manchadas que tiemblan al saberse culpables de lo acontecido, de haber cometido tabú por no querer aceptar la realidad, una realidad que ya había sido profetizada, una realidad marcada por la vanidad y el egocentrismo, una egolatría que ambos abrazamos y enarbolamos como estandarte. Pero, ah no, el Hades no estaba hecho para nosotros; no pudimos aceptar ver nuestro cuerpo hinchado por los gases, por el agua, tiznándose por la putrefacción, deformándose en medio de aquel lago. Nada más podría provocar nuestra rebelión, nada más que un daño hacia nosotros mismos podría despertar nuestra ira; ni siquiera el llanto de Eco, que provocamos nosotros al rechazarla con aquellas malas maneras, desdeñándola tan despectivamente, fue capaz de conmover nuestra alma. Continuar leyendo «Rebelión de Narciso»