-Título original: The Mysteries of Udolpho
–Autor: Ann Radcliffe
–Páginas: 794
ATENCIÓN, PUEDE CONTENER SPOILERS.
A nivel resumido (porque la reseña se prevé larga), la novela me ha parecido horrible. El problema no es que sea un clásico (me gustan los clásicos) o su género (el género gótico es uno de los que más me gustan); se trata de que no hay por dónde coger esta obra.
La novela resulta repetitiva, aburrida, con grandes altibajos. No tiene fundamentos en los que apoyar una buena historia: ni su trama es fuerte ni los personajes, completamente planos, son capaces de sostenerla. El argumento es pobre y la tensión, horror e incertidumbre que la autora pretende crear, inexistentes; de hecho, la sinopsis es bastante mejor que el desarrollo de la misma en la novela. El volumen de páginas que ocupa es excesivo, pudiéndose desarrollar en poco más de doscientas páginas.
Yendo un poco más al detalle y analizando un poco mejor la obra a nivel algo más formal, hay también muchos puntos que justifican la puntuación que le he dado.
Los diálogos no tienen sentido; en más de una ocasión la escritora crea malos entendidos que, en realidad, no existen, justificándolos por el estado anímico de los personajes que intervienen. Si bien los malos entendidos pueden ser un buen recurso narrativo, no debemos olvidar que en literatura todo debe seguir una línea lógica y, si los diálogos son coherentes, que aparezca un malentendido cuando el mensaje está siendo directo y coherente, es un error que deslegitima dicho malentendido. Además, resultan demasiado impostados incluso para una novela de este género. Sin solución de continuidad ni anterior ni posterior, de pronto algunos diálogos se cortan por algo que, por lo que deducimos después, son ruidos o susurros, etc. que no se explican después. La falta de acotaciones narrativas en este tipo de casos resulta en una narración confusa, pesada y difícil de seguir.
La escritora abusa del decir y no utiliza casi nunca el mostrar. Sólo nos muestra el paisaje, momento donde se recrea en las descripciones (quizá el único punto fuerte de la novela), pero pocas veces nos muestra una escena, prefiere decirnos lo que ocurre, cómo se sienten los personajes y ya está. Si el personaje está triste, simplemente dice “Emily estaba triste”, en vez de describir su rostro, su expresión…
La autora usa el «Deus ex machina» para salvar a Emily de cualquier cosa, hasta tal punto que al final, independientemente de la situación en la que se halle, sabemos que nada va a pasarle. Además abusa de las falsas expectativas, por lo que al final, tras varios desengaños, cualquier expectativa que intente crear luego resulta insustancial. A eso hay que añadir que, para acentuar el dramatismo, Emily está siempre al borde del amago de infarto: cualquier ruido la lleva al desmayo. De esta guisa, oye un ruido inquietante en el bosque que casi hace que se desmaye (en una novela normal, si esto ocurre, sería importante o una trampa para la próxima vez, donde el personaje tendría la guardia baja) para resultar ser un zorro. Pasan por un campamento gitano super peligroso, Emily está al borde del desmayo por el estrés… Estaban cenando y ni se fijan en ellos. Y suma y sigue (no me extiendo en más ejemplos, porque el espacio es limitado). Y, el último y más notorio de Deus ex Machina, resulta en la muerte oportunísima de Montoni para librarse del problema, pues la autora estaba por contar otra cosa (más absurda aún) y ya no lo interesaba la trama de Italia (prefiere dedicarse al volumen IV, sin ningún tipo de interés).
La autora, incapaz de mostrar la virtud de Emily, se empecina en repetir una y otra vez lo virtuosa, honesta y buena que es. Si el autor tiene que repetir tantas veces que un personaje es así porque resulta incapaz de mostrar con las acciones del mismo esas cualidades… Apaga y vámonos. Aborrece las supersticiones, pero es la más supersticiosa. Aborrece los rumores, pero pide a las criadas que le cuenten todos los cotilleos… Ella, en sí, ya es un personaje inconsistente. De hecho, de tan virtuosa resulta pedante, pava, infantil, absurda y tonta. Tras tantas tribulaciones encuentra a Valancourt y cree antes en los rumores de gente con las que prácticamente no ha hablado nunca antes de creer o dar una oportunidad a explicarse a su amor, decidiendo terminar la relación sin más, porque perdió la virtud.
Otro de los misterios inexplicables en esta novela es la cantidad de gente que se enamora perdidamente de una chica como Emily, sosa, altiva e incoherente sin mediar palabra con ella. Conforme camina, le salen veinticuatro pretendientes dispuestos a hacer cualquier cosa por ella. No olvidemos, tampoco, que los dramas que vive Emily los vive casi voluntariamente: se trata de una chica que ve la vida pasar a su alrededor sin intervenir, dejándose llevar. Si bien al principio de la novela es justificado por su pasado, a medida que avanza la trama es de esperar que el personaje evolucione acorde a lo que está viviendo e intente sobrevivir y escapar a su tormento, pero esto no ocurre. Cuando uno de sus locos enamorados (por poner un ejemplo) le propone que huya con él de Udolfo y se libre de Montoni, decide que no puede hacer eso y pide al hombre que si aprecia su honor y le estima, se vaya. En un diálogo interminable de ruegos y negativas, acaba habiendo un duelo y el pretendiente acaba malherido. Habiendo tenido posibilidad de huir y habiendo renunciado a ella voluntariamente, luego lamenta su suerte y su destino al estar en Udolfo (estoooo… ¿algún problema de disociación con la realidad?).
Varias cosas quedan muy claras en la novela: que Emily sólo sabe llorar, desmayarse y quedarse pálida y que todo es muy melancólico. En la vida he leído una novela donde la palabra «melancólico» y toda su familia se repita tantísimas veces por página. ¡Llega hasta a mirar una pared melancólicamente! Demasiado.
Definitivamente, debo agradecer que otros autores supieran superar el escollo que representa esta novela y siguieran desarrollando el género de literatura gótica, que dio obras infinitamente más interesantes que ésta.
¿Recomendable? En absoluto.