La cuestión Saramago

Hasta que llegó a mí por primera vez un libro de Saramago no había leído a ningún autor que decidiera no respetar las normas gramaticales y, la verdad, no fui capaz de acabar el libro que estaba leyendo: “Ensayo sobre la ceguera”. Ni fui capaz de acabarlo entonces ni lo he retomado nunca. De hecho, de Saramago sólo he leído entero “Las intermitencias de la Muerte” y “Caín”. El primero me pareció genial y el segundo, horrible. Independientemente de que la obra me gustara o no, lo que no fui capaz de superar fue la barrera que crea entre emisor y receptor la decisión de ignorar completa y deliberadamente el esqueleto mismo que forma nuestro código de comunicación.

Soy de los que creen que los signos de puntuación son importantes. Junto con el resto de normas ortográficas y gramáticas conforman el código común que hemos acordado para poder expresarnos eficazmente y hacer llegar al receptor el mensaje que queremos con claridad. Los signos de puntuación nos permiten marcar ritmos, estructurar correctamente nuestro discurso y, sobre todo, hacerlo comprensible. Incluso una simple coma puede cambiar el sentido entero de una frase (no es lo mismo decir “No me gusta este titular” que “No, me gusta este titular”).

Sinceramente, no entiendo qué sacamos en claro de entorpecer al lector la acción lectora; qué sacamos en claro de usar arbitrariamente los signos de puntuación y dar pie a los malos entendidos. En lo personal, el sobreesfuerzo continuo de batallar continuamente para saber qué personaje dice qué, cuándo el escritor pretende poner una raya o cuándo un punto, etcétera, sólo consigue sacarme de la historia una y otra vez; me impide sumergirme en lo que se me cuenta, conocer bien a los personajes y, finalmente, disfrutar de la lectura, que es de lo que se trata.

¿Y vosotros? ¿Qué opinión tenéis al respecto?

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