La moral, el arte y demás

Seguramente lo que vaya a decir aquí vaya a ser impopular, y espero que nadie me malinterprete, pero estaba leyendo este artículo  el otro día a propósito de un Tweet de Magrat Ajostiernos (@MagratAjostiern) y no acabo de estar de acuerdo con ciertas cosas de lo que en él se expone.

Partamos de la base de que comparto totalmente que hombre y mujer deben ser tratados por igual y que ya basta de desigualdades de género, porque así es. No puedo por menos que defender la igualdad de todo el mundo en tanto que personas que respetan a los demás y no hacen daño a nadie; no me cabe en la cabeza que una persona sufra discriminación por el mero hecho de ser

Dicho esto, hay varios puntos que no comparto con la autora del artículo. Creo firmemente en que no podemos exigir al arte que pinte un mundo políticamente correcto, donde todo es de color de rosa y todo se ajusta a nuestro criterio moral; la maldad es una parte intrínseca de la humanidad y, si bien hay autores que se centrarán en el lado bonito de la vida, otros preferirán investigar sobre la maldad y lo retorcido de la naturaleza hamana. Tampoco creo que la mayor parte de las actos malvados vengan dados por el cliché de poderosos en forma de blancos, occidentales, hombres y de clase media o alta versus los subalternos en forma de mujeres, colonizados, de otras razas, pobres… Quizá he tenido la suerte de no caer siempre en el mismo cliché cuando he leído obras, pero no creo que sea así: pensando en el estereotipo de hombre vs mujer, se me ocurre que en «Las Amistades Peligrosas» el peso de la maldad humana está a cargo de ambos sexos; pienso en la bruja malvada de Narnia contra niños y niñas (ambos sexos) que respresentan la promesa de salvación del mundo, en Medea, en Lady MacBeth… Por supuesto que el malvado actúa desde una posición privilegiada o poderosa desde el momento en que es consciente del acto malvado que va a ejecutar, pero si queremos hablar de clases sociales, cabe decir que el protagonista de «El Perfume», por ejemplo, viene de clases bajas. 

Podemos hablar, no obstante, del estereotipo de la figura masculina y femenina tanto en los malvados como en los héroes y, probablemente, estemos de acuerdo en cuánto a lo que representan casi siempre: el hombre héroe representa la virtud, el honor y la valentía; la heroína representa la pureza, la bondad. Podríamos hacer el mismo ejercicio con los malvados. Al final estaremos de acuerdo (espero) en que ni todos los hombres son así, ni todas las mujeres asá. Por suerte, ya he leído libros donde esto no se cumple y donde el estereotipo y el carácter depende más del personaje y no de su sexo. En cuanto al apunte a propósito de qué pensarían los artistas que pertenecen al «colectivo oprimido» a propósito de todo esto, mucho me temo que a lo largo de la Historia del Arte ha habido más de uno, más de una y más de dos que han pertenecido a dichos colectivos y que han representado la maldad como bien dictaba la moda de la época, sus estándares sociales y su forma de ver el mundo y plasmar las cosas a nivel artístico. Porque cada artista tiene derecho a representar la bondad, la maldad, la belleza o la fealdad como buenamente sepa, quiera o le apetezca y no somos nadie para exigir a un artista que lo represente de otro modo. Porque si empezamos a encorsetar el arte, la forma más libre de expresión, estamos perdidos.

Tanto «Unos cuantos piquetitos» de Kahlo como «La violación de Lucrecia» de Tiziano son obras maravillosas que representan algo atroz. Y no estoy de acuerdo con que en la obra de Tiziano se esté justificando la violación de Lucrecia, ni erotizándola, ni edulcorándola. Se ajusta a los cánones de una época, y la expresión de Lucrecia no es una expresión de una mujer que está disfrutando con lo que ocurre. Lucrecia tiene una expresión aterrada y su violador, una mirada despiadada y deseosa. También tenemos cuadros muy artísticos, estilizados y bellos de la decapitación de Holofernes donde Judith aparece bellísima (y en algunos cuadros, ensortijadísima) mientras decapita, con más o menos sangre en el cuadro, a Holofernes. Salomé con la cabeza del Bautista, de Carlo Dolci (1665-1670) es un cuadro donde una mujer (en este caso, malvada) bellísima porta la cabeza de su víctima en una bandeja de plata. Es de pensar que, pese a que alguien pueda estar retratando un suceso malvado o reprobable, libre es el artista de quererlo representar momentos antes o después de que el suceso escabroso pase, de querer representar el suceso en sí y de cómo quiere representarlo. Lo que quiero decir con esto, es que no hay tal cuestión sobre «cómo se representa el cato malvado» como se comenta en el artículo. El artista es libre.

Yendo a la obra de la que habla el artículo, si Nabokov dejó claro que condenaba a Humbert, no hay nada más que hablar: la novela nos narra un acto horrible y reprobable; nos ilustra sobre un acto malvado, sobre un hombre censurable y condenable que comete una auténtica aberración, que es manipulador y malvado en sí mismo. Y, aparentemente, el autor está de acuerdo con ello. Otra cosa es que a uno, a nivel personal, le convenza o no cómo narra dicho acto. Si no te gusta cómo lo hace, simplemente pasa a otro libro. Por supuesto puedes criticar la obra, pero creo que en este caso no es tanto la obra como la mente enferma de quien haya leído el libro y crea que está narrando una bonita historia de amor. En el momento en el que Lolita no quiee tener sexo con Humbert y llora todas las noches, el adjetivo «bonito» no cabe en la obra por muy edulcoradamente (o no, depende del criterio de cada uno) que se narre la trama. Lo que me preocupa a mí no es tanto la obra como en qué estado está la mente de alguien que asocia lo que se cuenta en «Lolita» con algo bonito.

Para acabar con esta disertación, queda decir por mi parte una cosa más: estoy de acuerdo con la opinión de que hay que leerla y criticarla, pero hasta aquí. Hay que criticarla para entender la maldad humana, para entender como alguien malvado puede intentar justificar sus actos y cómo, pese a ello, lo que está haciendo está mal y debe ser castigado. Debe analizarse y hacer pedagogía para que la gente deje de asociar «Lolita» con una bonita historia de amor. Porque no lo es. Y, sobre todo, creo que decirle a la gente que debe buscar alternativas a «Lolita» es un error. Quien quiera seguir leyendo a propósito de esto y quiera conocer otros puntos de vista, lo hará. Se informará. Pero no somos nadie para decir lo que alguien debe hacer después de leer esa novela. Porque, al final, lo que veo en ese artículo, es que se rechaza sacralizar «Lolita» pero se sacraliza a Kahlo. «Lolita» no es una apología de la violación. No hay ni que sacralizarla ni condenarla. Simplemente es necesario una lectura crítica e inteligente de una obra que trata un tema tan delicado y horrible como el de ese libro.

Por supuesto, estoy de acuerdo con que el poder intenta manipularlo todo para mantener su status quo y contra ello hay que luchar, pero creo que una cosa es eso y otra cosa es tildar a una obra artística de algo que el mismo autor ha desmentido, condenado o que simplemente no se cuenta realmente así en la obra por el mero hecho de que no nos gusta el modo en el que ha sido escrita.

 

Photo by Mona Miller on Unsplash

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