Reseña: «La chica de los siete nombres», de Hyeonseo Lee

-Título original: The Girl with Seven Names

Autor: Hyeonseo Lee

-Puntuación en Goodreads: 4/5

Páginas: 384

ATENCIÓN, PUEDE CONTENER SPOILERS.

«La Chica de los Siete Nombres» es el primer libro que hemos leído en el Club de Lectura Asiático Wabi Sabi. Para ser francos, nunca hubiera elegido leer un libro así; no suele ser el tipo de lectura que elijo de buenas a primeras para leer. Así que debo dar las gracias a la creación de este club, por permitirme descubrir nuevas lecturas que, a priori, no eligiría si no hubiera cierto compromiso.

La verdad es que creo que ha sido un buen comienzo del club. Pese a que al principio he tenido la sensación de que la narración era un poco desordenada, en seguida le he pillado el hilo. La verdad es que resulta un libro fascinante y devastador sobre lo que representa la vida en Corea del Norte pero contado con cierta objetividad pese a ser contada por la protagonista, lo que hace que los momentos más insufribles se hagan soportables de leer pese a darse uno cuenta de lo terrible que está contando. La verdad es que se agradece que no se regodee en los detalles y, en mi caso, me hace pensar aún más: si tal y como está narrado ya resulta durísimo y terrible, ¿cómo debió ser vivirlo, vivir esa realidad cotidiana?

No obstante, esa objetividad que, en mi opinión, permite centrarnos en lo verdaderamente importante y no en los sentimientos de la protagonista (esto es, el aislacionismo de su país, lo duro que resulta escapar de ahí si lo consigues (no hablemos de si fracasas), de los riesgos que se aceptan para tener una mejor vida o para no perjudicar a la familia que sigue allí, etc.), hace a su vez que los momentos de tensión, al menos para mí, desaparezcan: cuando cuenta algo verdaderamente terrible y esperas el clímax de la escena, éste desaparece a causa de esa narración un tanto aséptica y descriptiva, por lo que en mi caso no he vivido intensamente niguno de los «giros de la trama» debido a esa distancia.

A remarcar también que, pese a lo duro que resulta su viaje, no debemos perder de vista algo que creo que es incluso más importante que su propio testimonio: el de los coreanos con los que se va encontrando durante su periplo que no tienen tanta suerte como ella y acaban en la cárcel, deportados y muertos en Corea del Norte, en manos de mafias de trata de blancas… Si tenemos en mente esto, podemos decir que, dentro de lo que cabe, Hyeonseo tuvo una relativa buena suerte durante su viaje, encontrándose con gente buena dispuesta a ayudarle.

Tras la lectura del texto, hubo una idea que me pareció, cuanto menos, digna de reflexión: Hyeonseo dice que ama a su país. Pese a todo. Y que siempre lo amará. Y su familia no quería salir de Corea del Norte. Resulta extraño en cierto modo que desde nuestra óptica una situación como la de Corea del Norte sea claramente infernal pero que para la gente de ese país no lo sea: al fin y al cabo, si no conoces otra cosa, no puedes anhelar nada más. Ésa es la clave que aun a día de hoy permite que el gobierno norcoreano no caiga: su gente no conoce nada más que lo que el gobierno norcoreano permite que conozcan. Y si no conoces las posibilidades que ofrece el mundo, no puedes desear ni echar de menos nada más. Es tal y como explica Hyeonseo durante el libro: al salir de Corea del Norte, esa gente necesita reeducarse para poder entender cómo funciona realmente el mundo y qué deben hacer para valerse por sí mismo, sin ayuda del estado, que hace las veces de padre de todos los norcoreanos. Y no es algo fácil de aceptar, entender e interiorizar (y no todo el mundo lo consigue). El shock cultural es fuerte y, en ocasiones, imposible de superar.

Pese a esa narración distante y en ocasiones incapaz de transmitir la carga emocional que una situación así trae consigo, me ha parecido una lectura totalmente recomendable y necesaria para ser conscientes de las cosas terribles que están sucediendo en el mundo y que toda la comunidad internacional está permitiendo. Yo no sabía ni sé mucho sobre Corea del Norte porque siempre (hay que ser honestos) me ha dado mucha pereza como país, pero creo que ha merecido la pena darme cuenta de la realidad que está viviendo gente mucho menos afortunada que yo y explotada por un gobierno tiránico que usa a su gente como si fueran objetos prescindibles, subyugándolos gracias al terror y a la siembra de la desconfianza entre semejantes (me parece especialmente terrible el ejercicio obligatorio de contar cosas que un compañero de clase haya hecho mal para enseñarles desde pequeños a denunciar a un igual ante cualquier mínima sospecha).

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