De nada sirve tener una total maestría en el uso del lenguaje y de todos los recursos literarios existentes si cuando nos sentamos frente a la hoja de papel no sabemos qué escribir; si no sabemos qué queremos contar. Muchas veces nos ocurre que tenemos en mente un personaje, hemos esbozado una o varias escenas y una vaga historia que nos parece atractiva y creemos que con ello podemos sentarnos a escribir.
Pese a que en ocasiones —las menos— puede que sea suficiente, la mayoría de veces no es así. Merece la pena dominar nuestras ansias de crear la historia y sentarnos el tiempo que haga falta para crear unos cimientos sólidos donde construir nuestra historia.
En anteriores posts ya hemos visto a vuelapluma la importancia de decidir sobre el narrador que vamos a escoger así como también de lo importante que es crear unos personajes sólidos; al inicio de este blog hablamos, asimismo, de lo importante de tener claro que en una creación de ficción nada ocurre por azar, todo debe estar justificado.
Antes de nada, debemos tener claro si queremos escribir un cuento o una narración más larga. En el caso de los cuentos, éstos tienen un desarrollo rápido, así que la trama toma la forma de una flecha: se presenta, se desarrolla y se cierra. Únicamente se desarrolla la trama principal, no cabe nada más.
La novela tiene un ritmo más pausado de desarrollo, lo que nos permite tener una trama principal que será tratada a lo largo de toda la obra pero también nos permite introducir una o varias subtramas que enriquecerán la narración central y nos ayudarán a cohesionar la totalidad de la obra.
Ciertamente resulta recomendable tener pensado el desarrollo de nuestra historia antes de sentarnos a escribir. No es necesario tener pensado hasta el último detalle, pero sí los hechos más importantes que ocurrirán a lo largo de la historia y distribuir dichos hechos a lo largo de los capítulos que tengamos pensados escribir.
Para poder llegar a esquematizar la trama de nuestra obra y dividirla en capítulos, primeramente deberemos tener presentes varios aspectos. Conste aquí en acta que lo que voy a relatar a continuación se basa en lo que me sirve a mí; no tengo la verdad absoluta en esto de las letras ni, por suerte o por desgracia, de nada en esta vida.
Como primera aproximación, creo que sería interesante tener en cuenta lo siguiente:
- ¿Qué queremos contar? Está claro que lo primero que debemos tener claro es precisamente qué es lo que queremos contar, cuál es la historia.
- Motivaciones del protagonista. De la misma forma que nosotros no hacemos nada si no tenemos algo que nos motive a hacerlo, nuestro protagonista tampoco va a hacer nada sin algo que le impulse a ello. Esa motivación tiene que estar bien fundamentada: es necesario que conozcas bien al protagonista o, a partir de la motivación, crees a un personaje sólido y coherente. No es necesario que se trate de un mesías o sea el más noble de todos los humanos; tampoco hace falta que su motivación sea importante: simplemente debe desembocar en un objetivo claro.
- ¿Conseguirá el protagonista sus objetivos? Es importante saber si el personaje va a conseguir o no su objetivo (depende de lo que queramos contar) pero, sea cual sea la respuesta, ten claro que la consecución o no de sus objetivos debe comportar un recorrido que pueda servirle no sólo para lograr o no la meta del personaje, sino para conocerse mejor a sí mismo y descubrir verdaderamente cuál es su propósito y lo que comporta.
- Las subtramas. No confundas subtrama con relleno. Si añades una subtrama a tu historia, que sea para enriquecerla y que engarce bien con la trama principal. Si añades una subtrama únicamente para añadir páginas a tu historia, conseguirás que ésta pierda interés.
Photo by Jackson Hayes on Unsplash
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