-Título original: Hanteringen av odöda
–Autor: John Ajvide Lindqvist
–Publicado: originalmente, en 2005; en España, en 2010.
–Páginas: 382
Aún a riesgo de ser impopular ahora que el género está tan en alza, debo admitir que no me gustan los zombis, menos aún los modernos (algún día puede que hable de la tesis en la que baso mi forma de pensar al respecto). Llevo francamente mal que ahora los zombis se llamen infectados y que el causante de todo sea un virus, entre otras cosas porque debido a mi profesión conozco qué es un virus y sé que es incapaz de obrar nada sobre un organismo muerto (parece que ahora ‘virus’ es el nuevo sinónimo de ‘magia’), no digamos ya el hecho de que corran, salten y en muchas ocasiones sean más ágiles una vez muertos que cuando estaban vivos.
Y, pese a aborrecer bastante esta figura del folklore popular, compré en el mismo momento de su publicación (hace ya 11 años) el libro con el que empiezo esta sección de crítica/reseña literaria (crítica descaradamente subjetiva y sin ánimo de sentar cátedra sobre nada).
¿Por qué? Porque ya había leído tiempo antes Déjame Entrar, el libro con el que este autor se dio a conocer en España y, quizá, tristemente el único libro conocido de este autor aquí. Poco puedo decir de este libro excepto que me parece, sencillamente, genial.
Escrito en un estilo simple pero no por ello sencillo, el planteamiento es el que sigue: en medio de una gran ola de calor en Estocolmo, la gente se da cuenta de que no puede apagar la luz ni los aparatos eléctricos; al mismo tiempo la mayoría de la población empieza a tener un insoportable ataque de migraña. Y, cuando todos están a punto de perder el sentido fruto del dolor, el calor y toda la electricidad estática acumulada, todo vuelve a la normalidad.
Y, de repente, en la morgue empiezan a resucitar todos los muertos.
Pronto el retorno a la vida de toda la gente fallecida se vuelve un problema estatal. ¿Qué hacer con ellos? ¿Qué quieren? ¿Son en realidad una amenaza? Y, como es lógico, la sociedad empieza a fragmentarse…
La novela se centra en tres historias independientes que confluyen en ciertas ocasiones y que proveen al lector de tres enfoques dierentes sobre una misma situación.
Varias cosas en esta novela me parecen dignas de mención. En primer lugar, los zombis aquí no buscan destruir a la humanidad (de hecho, son de lo más inofensivo que podría encontrarse uno), sino volver a casa. Sí. Volver a casa. Y ya está. No son capaces de hablar ni de interaccionar normalmente con las personas, pero tampoco parecen estar interesados en nada más que en volver a casa y en desmontar artefactos que se mueven. Sin embargo, al margen del gran cúmulo de emociones capaces de despertar en los seres humanos vivos, las personas tienen la capacidad de leer pensamientos y emociones de los demás si se encuentran al lado de alguno de estos zombis.
En segundo lugar, me parece sumamente interesante (una vez más) el análisis social que Ajvide hace con la excusa del despertar de los muertos. Como ya lo hiciera en Déjame Entrar, el conflicto paranormal es la herramienta para abordar, a mi parecer, lo verdaderamente importante: la crueldad humana, la hipocresía, el miedo a lo desconocido y las reacciones que provoca, la incapacidad y el desacierto institucional… Simplemente magistral. Ajvide aborda todos estos temas sin tapujos, sin ahorrarse descripciones ni diálogos, sin piedad para con sus personajes ni sentimentalismos.
Por último —y creo que es lo que más me gustó— es interesante la figura del Pescador. Poco puedo decir de la figura sin caer en el spoiler, así que voy a tener que callarme, pero si leéis el libro, os recomiendo reflexionar sobre esta figura, su simbolismo, su comportamiento y las reacciones que provoca en los humanos. Maravilloso.
Si podéis haceros con un ejemplar, os recomiendo encarecidamente su lectura.
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